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El mejor padre del mundo

El mejor padre del mundo es calvo, alto, y nunca ha pesado más de 160 libras. Dicen que cuando joven fue muy bonito, pero para mí no fue, sino que sigue siendo el hombre más hermoso del mundo.
Cuando yo nací su primera frase fue de rechazo: ¡¿hembra?! Y dice mi mamá que viró la espalda, bravo, porque él quería varón. Su segunda manifestación de desaprobación fue con mi nombre, porque de Yirmara a Mara no iba mucho. Y Mara se llamaba una perra que él había tenido cuando pequeño.

Pese a mi sexo y a mi nombre, no pasó mucho tiempo para que mi padre se enamorara de mí, y yo de él. Ambos con un amor y una complicidad que ha resistido los embates de la adolescencia, de mis malcriadeces, de mis rebeliones y su mano dura.Nunca me ha dicho que soy como la niña de sus ojos, porque Adrián Torres, mi papá, no es muy expresivo. Ni siquiera me besaba tanto o me abrazaba cuando pequeña. Pero no hacía falta, porque en su entrega me enviaba las señales que yo necesitaba para sentirme querida y protegida.
Mi papá no es perfecto. Dos o tres veces me pegó con un cinto cuando era pequeña. (Pocas, comparado con lo malcriada que fui). En mi adolescencia me dejó muchas veces vestida y sin ir a la fiesta. Y cuando me empecé a enamorar, él no quiso saber nada de eso.
Me celaba hasta de mi sombra, y en cuanto a los estudios me llevaba bien recio. Pero cuando había que dejar de comer su plato preferido, o gastar todo el dinero para complacerme, cerraba los ojos y lo hacía con el mayor de los gustos del mundo.
Mi papá ha hecho todas las cosas que puede hacer un padre por una hija a través de su vida. Recuerdo cuando empeñó todo el poco oro y plata que había en la casa para comprarme unas cositas para mis quince, en el año 93, quizá el peor año del Período Especial en Cuba. O cuando recorría 20 0 30 kilómetros en bicicleta para ir a verme a las escuelas al campo. Y después las visitas a la Vocacional cada domingo, sacando la comida de donde no había.
Nunca voy a olvidar cuando decidió dejar la profesión que amaba, y en la que era además bueno y reconocido para irse a trabajar a una tienda. Y lo hizo para que su familia saliera a flote de la crisis, aunque él ya no pudiera volver a pararse frente al aula.Mi prueba de aptitud para la carrera de periodismo y mi primer día en la Universidad de La Habana fueron con mi papá.
Incluso cuando decidí tener a mi hijo, mi papá me acompañaba a las consultas. Allí estuvo cuando nació César, y tal vez por transitividad, ahora siento que ama más a mi hijo que a mi misma. Pero no siento celos, sino orgullo.
Mi papá y yo hemos tenido siempre una conexión especial. No recuerdo cuando empecé a admirarlo, tal vez porque no sabía hablar cuando eso sucedió. Siempre coincidimos en los puntos de vista, y tenemos un pensamiento lógico más o menos parecido. Apenas nos vemos por el trabajo, la distancia y las complicaciones. Yo soy fiel a mis viajes de cada quince días para verlos, y no hay fecha importante que no estemos juntos.
Él siempre ha estado ahí cada vez que he tenido un problema, dispuesto a darlo todo, a quedarse sin nada para que yo tenga algo, como cuando era chiquita. Y eso a pesar de que ya yo gano más que él, tengo un esposo, un hijo y una casa.
Y a quienes piensen que exagero, o que me ciega mi pasión de hija, les aseguro que no es así. Porque mi papá es a también el mejor hijo, el mejor amigo, el mejor tío, el mejor compañero, el mejor jefe, el mejor vecino…
Mi papá no será el mejor hombre del mundo, pero quien lo conozca no me dejará mentir se aseguro que está muy cerca.

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