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Ser mediocre ¿da resultado?

He llegado a la conclusión de que ser mediocre da resultado. Si eres mediocre jamás te buscarás problemas y no morirás de un ataque al corazón o un derrame cerebral.

En primer lugar porque la mediocridad te impide ver más allá de tus narices, y no te deja valorar en su justa medida a una persona, acción o situación determinada.

La mediocridad empieza por tener un cerebro medianamente incapaz. Un mediocre piensa, gracias a su ignorancia, que es el mejor en lo que hace, y que la mediocridad es el estado normal en que los seres humanos debían vivir y desarrollarse.

La mediocridad, cuando se instaura es difícil de retirar, porque el mediocre tiende a la inacción y al estancamiento. Por miedo a perder lo que no sabe cómo logró, el mediocre tira el ancla, y hace hasta lo indecible por mantenerse en su posición.

Un mediocre con poder es lo peor que puede suceder. El mediocre aplasta, divide, humilla, y como no sabe, chupa a los demás hasta dejarlos en el hueso de la desesperación.

Lo peor es cuando la mediocridad se instaura como sistema, cuando quienes deciden no saben, y quienes saben no deciden. Entonces se vive en un estado de mediocracia que ahoga. Un estado que parece inaudito y digno de burla, pero que en el fondo no hace sino destruir.

En lo personal la mediocridad causa sufrimiento, porque el mediocre se vuelve vil y temeroso del talento, lo aparta o lo opaca, para que no le haga sombra.

La mediocridad no tiene que ver con ser más o menos inteligente, sino con estar consciente de las capacidades naturales, y usarlas para el bien común.

Ser mediocre es estar por debajo de la media en cuanto a conocimientos, a capacidad de trabajo, a humanismo y a nivel de comprensión.
Pero serlo no es pecado. Lo malo es cuando se es mediocre y ni siquiera se tiene conciencia de ello. Cuando se pretende tener un conocimiento o capacidad que no se posee.

Todos somos mediocres o brillantes en distintos aspectos de nuestras vidas. No podemos ser buenos en todo lo que hacemos. Algunos somos buenos para las artes, otros para los oficios.

Hay personas buenas para hablar, para escribir, para las ciencias. Y hay quienes son buenos para ser padres o para amar.

Pero la verdadera mediocridad no tiene que ver con eso, sino con la incapacidad aprendida o ingenua, que hace daño y destruye, que se extiende como la plaga, que se replica como los virus.

Por eso, cuando se vive en mediocracia ser mediocre es la mejor manera de subsistir, de no chocar, ni atravesarse.  Ser mediocre es incluso conveniente, y sin dudas da resultado.

Pero uno no puede intentar ser mediocre o fingirlo. La mediocridad se tiene o no se tiene, y aunque duela, se sufra y exista el riesgo de morir, es mejor no SERLO.

A fin de cuentas no hay mediocridad que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

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