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Por la ruta de Rivas, un corresponsal de Girón + Fotos


Rivas enseña la grúa que trajo para dragar los canales
JoséGonzález Rivas estaba en la Ciénaga de Zapata en abril de 1961. Aunque era periodista ycorresponsal de Radio Matanzas, en realidad fungía como jefe de compras del PlanCentro Turístico Laguna del Tesoro.

Pero cuandose entera de la invasión “el bichito del periodismo” se despierta y enseguidapide la acreditación. Ya él estaba allí, y no podía desaprovechar la oportunidad.

Para Rivas erancomunes en la Ciénaga las visitas de Celia, de Fidel, losencuentros con Rita Longa. Así lo cuenta mientras nos dirigimos con él para la Ciénaga de Zapata, en unviaje por el recuerdo.

Ahora novamos en el Buick de Guillermo Miró en el que llegó a Girón entonces, sino enel VW de la Unión dePeriodistas de Cuba en Matanzas. Y aunque no estamos bajo las balas, Rivaslleva el mismo paracaídas que él y su amigo camarógrafo recogieron en el caminopara tirarle por encima al carro cuando pasaban los aviones enemigos.

El choferjaranea con Rivas: ¡tenlo ahí por si hay que echárselo arriba al carro! Bienenvuelto lleva el veterano periodista su trofeo de guerra. Aunque no completo,“porque le he regalado pedazos a mucha gente”.

La entrada a la península

JoséGonzález Rivas está emocionado por el viaje. No solo lleva su paracaídas, sinola grabación de la entrevista que le hiciera al cura español Segundo Lacera,uno de los integrantes de la Brigadamercenaria 2506.

La primeraparada es la emisora Radio Victoria de Girón, de Jagüey Grande. Allí conversacon los periodistas, les enseña el pedazo de paracaídas y les cuenta de manerainformal anécdotas de entonces. Luis Rodríguez Ruballo lo entrevista para RadioProgreso, “porque no se puede dejar pasar la oportunidad de tener allí al únicocorresponsal matancero vivo de los sucesos de Girón”.

Despuéscruzamos la autopista, pasamos Australia, el reinaugurado Museo Comandancia de las FAR y nos adentramosen la Ciénagade Zapata. La vegetación cambia, la palma real cede lugar a la cana, el terrenose hace pantanoso y Rivas no para de hablar.

“Parecementira que hayan pasado 50 años. Recuerdo cuando construyeron esta carreteraque al principio era de rocoso, y cuando vino Fidel a constatar la calidad desu construcción.

“Unos díasantes de la invasión yo andaba solo en el jeep, y al cruzar la Laguna de los Patos me pasapor el lado un carro, se detiene, y yo le paso. Y así el carro me pasaba y sedetenía, pero yo no paré ni una vez, porque me podían matar y encontrarmemuerto al otro día.

“Aquello mellamó la atención, pero por suerte no pasó nada. Al llegar a la Boca se lo comento a doscompañeros, y me dijeron que eso no era nada. Después me enteré que los doseran traidores, y que quizás los que iban en el carro sí querían hacerme daño”.

Traspasamosel peaje que anuncia la llegada a la Península de Zapata. Están poniendo un bellocartel a la entrada. Enseguida aparece La Boca, y Rivas nos enseña una patana con una grúainmensa que se ve desde la carretera.

“Esa grúala compré yo hace más de 50 años. Se la compré a los franceses que hicieron eltúnel de La Habana. Conella se dragaron los canales por los que hoy pasan el barco y las lanchas quevan para Guamá”.

“Latrajimos por mar con un remolcador hasta Playa Larga, y de ahí hasta la Boca arrastrándola, tiradapor tractores. Desde entonces está ahí”. Se nota el orgullo en los ojos dequien sabe que una obra tiene la huella de su mano, aunque sea anónima, aunqueya nadie lo recuerde.

La llegada, La Voz de la Victoria y Girón

Entramos aPálpite. Hasta ahí llegaron los mercenarios. Ni un paso más pudieron dar en las72 horas que duraron los combates. Rivas cuenta que el primer día que salió conGuillermo Miró solo llegaron hasta Pálpite, porque la cosa estaba difícil.“Pálpite era un caserío con una tienda, y por todos lados estaban las huellasdel tiroteo”.

De izquierda a derecha: Yirmara Torres, Efraín Otaño y Rivas
Ahora llegamosa Playa Larga, y viramos a la derecha. En Caletón está la emisora de la Ciénaga La Voz de la Victoria, inaguradahace tres años. Rivas nunca había estado en ella. Encontramos un equipo deRadio Rebelde, que también lo entrevista.

Nos recibeEfraín Otaño, el director. De nuevo Rivas exhibe su paracaídas y cuenta susanécdotas con uno y otro colega. Le vienen los recuerdos salteados, que siguenen el viaje hasta el Museo de Playa Girón.

Allíllegamos justo cuando empiezan en el teatro del museo  las lecturas de “La Ruta de la Poesía”, un periplo querealizan el Centro Provincial del Libroy Ediciones Matanzas por toda laprovincia, en homenaje esta vez al aniversario 50 de la Victoria de Playa Girón.

Es un lujoque estén también Mirta Rodríguez y Maruchi Guerrero, madre y hermana deAntonio Guerrero, y Rosa Aurora Freijanes, esposa de Fernando González, dos delos Cinco cubanos que están presos injustamente en Estados Unidos desde hacecasi 13 años.

Familiares de los Cinco reciben libros
Ellaspresentan el libro de poemas Un lugar deretiro, de Antonio Guerrero. Un volumen elaborado por ediciones Matanzascon el financiamiento de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas de la occidental provincia.

Mirtha sacalágrimas a los presentes con esa mezcla de dolor y fortaleza que siempretransmite en sus palabras; Maruchi, en ausencia de su hermano lee dos poemas yRosa Aurora pide seguir alzando la voz, porque no se puede esperar mucho de lajusticia norteamericana.

El regreso desde el lugar de la Victoria

Regresamosapurados, para no encontrarnos con los cangrejos que cruzan la carretera cuandoel sol se va y ponchan las gomas de los carros. José González Rivas rememora elencuentro en Girón, y cómo logró convencer al cura para que diera laentrevista.

“Cuandollegué a Girón ya todo había pasado, y estaban los prisioneros en lascabañitas. Enseguida me preguntan si estaba acreditado, y les digo que sí. Meautorizan a pasar y me preguntan cuáles eran mis intereses.

“Cuando lesdigo, me comunican que no había problema, que había tres curas prisioneros peroque no querían hablar con nadie. Me dejan tratar y convencí a uno de ellos. Asíes que obtengo la entrevista”.

El cura le transmitea Rivas la esencia de por qué vinieron la mayoría de ellos: “…anosotros se nos pintó la película de muchos colores, jamás se fue sincero connosotros, incluso se nos dijo que eso duraría unas horas y que estaba todo tanmaduro que el pueblo de Cuba iba a cambiar totalmente”.

Laentrevista de Rivas formaría parte del material del ICAIC Venimos por amor, aunque tengamos que hacer la guerra. Comoresultado de aquel diálogo, el clérigo Lacera le entregó a Rivas el distintivoen forma de escudo con la bandera cubana que fue donada al entonces directordel Museo Histórico de Matanzas.

Además deRivas llegarían hasta la Ciénaga de Zapata aquel abril de 1961 otros tres matanceros: eltambién periodista Manolo García, y los fotorreporteros y camarógrafosGuillermo Miró y Luis Font Tió.

Los cuatroforman parte de la historia del periodismo en Matanzas, porque sumado a la obrade sus vidas, contribuyeron a que la verdad de Girón se supiera mejor.

Rivas,quien siempre reconoció el papel preponderante de sus otros colegas queejercían el periodismo activamente, también forma parte de esa historia. JoséGonzáles Rivas también llegó a Girón, no importa si antes o después, pero logróesa entrevista que es hoy otro trofeo de guerra.

De vueltaen su casa de la céntrica calle de Milanés, en Matanzas, José González Rivas vuelvea guardar su pedazo de paracaídas y su entrevista, hasta que en estos díasagitados para él lo vuelvan a llamar para presentar una muestra en el Museo,para homenajearlo, para contar su verdad sobre la Victoria de Girón, esaque nadie le podrá arrebatar.


Otras fotos del recorrido

Marta Fernández entrevista a Rivas para Haciendo Radio de Rebelde, desde La Voz de la Victoria
Rivas y Bárbara Vasallo, con periodistas de Radio Victoria de Girón, en Jaguey Grande.
Yirmara Torres y Barbarita Vasallo, con el director de la emisora cenaguera, Efraín Otaño
Rivas, Barbarita y Jorgito, el chofer de la UPEC a la entrada del Museo de Girón
Aquí están escritos los nombres de los mártires de Playa Girón. Muchos de ellos eran jóvenes que no pasaban de los 22 años.
Así de bella es la entrada a la Ciénaga de Zapata. Adentro todo es mágico, o al menos, diferente. 

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